viernes, 28 de octubre de 2016

Dos corazones inquebrantables -Samuel Fominaya

El navío se movía lentamente en dirección sureste, pero en realidad, no se dirigía a ninguna parte, pues sus tripulantes solo buscaban estar lo más lejos del puerto del que habían zarpado. Debían evitar cualquier lugar donde fueran conocidos o donde se les reconociera.

No les importaba terminar en una isla, una cueva o perdidos en Dios sabe donde; lo único que deseaban era poner pie en un lugar nuevo, diferente, extraño. Algún lugar donde pudieran empezar de cero y jamás mirar hacía atrás.

Una equivocación y terminarían en la horca, o peor, serían obligados a volver a sus casas, donde vivirían con un sentimiento de tristeza y de haber sido vencidos. No se perdonarían jamás eso. Ahora todo era hacía delante, donde el aburrido cielo color azul claro y el agua apagada se extendían infinitamente.

Eran una pareja, novio y novia. Eran jóvenes, y eso se podía verificar al verlos por un rato: el chico no tenía barba ni bigote, todo lampiño; la chica, por su parte, lo único que la diferenciaba de un hombre eran sus pechos puntiagudos y su larga cabellera. Los dos habían elegido aquel destino, y no se lamentan de haberlo hecho. (¿Pero qué otro método que no fuera la desobediencia y la rebeldía iba a lograr que por lo menos se vieran a la cara?) Sus padres intentaron de todo para que se olvidarán, para que se odiarán quizá. Y todo ello porque el padre de él, un granjero, odia a los que están más arriba que él; mientras que él padre de ella, un hombre de la alta sociedad, queda putrefacto al ver hombres que duermen con animales mugrientos.

“¿Nunca has visto a las hijas de los hombres que tienen poder? Todas ellas nacen con el corazón oscuro, lleno de envidia y soberbia. Y si la vida no les da una buena cachetada, terminan destruyendo generaciones tan fácilmente como partiendo un pan a la mitad” le advirtió su padre una vez, al ver como volvía del festín del rey Alexandros III con una sonrisa de oreja a oreja.

“Nunca veas a un pobre a los ojos, querida, te pegarán la mugre al alma. Y menos tener un sentimiento por él, porque eso te convierte en una débil y en alguien menor que una cucaracha.” Le advirtió su padre, después de ver como le sonreía a un niño de granjero al llegar sucio y descalzo al festín, entregarle una flor clavel color verde, e irse corriendo sin decir ni hacer más.”

Antes de escapar, incluso muchos antes que eso, cada uno logro ver en el otro un corazón blanco, limpio, en el que la honestidad y el amor reinaban. Lo verifico ella con sus visitas en la noche, sus besos en las madrugadas y al escapar de los perros de seguridad. Él lo verifico con sus encuentros en los parques; al compartir las fresas en las tiendas del centro de la ciudad; y al tomarse de la mano, acostados, mirando las millones de estrellas en una bonita colina muy bien escondida. Los dos siempre se imaginaron, al acostarse y dormir cada noche, el estar el uno junto al otro en una gran cama blanca, finalmente convirtiéndose en uno.



II

No fue hasta que chocaron con el objeto  que dejaron de soñar y se abrieron bruscamente a la realidad, al presente. El impacto hizo que volaran un poco, terminando ella boca abajo sobre el borde izquierdo y él boca arriba en el borde derecho. La joven se levanto de inmediato, devolviéndose sin necesidad de apoyarse en nada. El joven, por otra parte, tuvo que levantar todo el cuerpo con esfuerzo para no caer a las aguas profundas.

Cuando ambos terminaron incorporados en el navío de nuevo, lo que fue la causa de tal choque no fue lo que esperaron. ¿Una roca de tres metros, basura en abundancia, o por lo menos algo que alguien se podría encontrar en una aventura en el mar? Para nada. Lo que vio la pareja, con ojos como platos y paralizados por la impresión, fue un conjunto de aproximadamente unos 45 objetos irreconocibles, blancuzcos, de forma puntiaguda y que tenían un gran circulo azul en el centro, posicionados de forma aleatoria.

El joven fue el primero en reaccionar y pensar en una solución. Fue acercándose lentamente, paso a paso, hacía el objeto. Al estar frente a él a solo centímetros, levanto las dos manos sincronizadamente  y las extendió para tocarlo. Para su sorpresa, no era duro sino blando y, quizá, muy delicado. Como si fuera piel. Y al apretarlo con las dos, empezó a sentir un repentino frio. Era extraño, singular. Pidió mentalmente a los dioses que no cobrara vida, lo agarrara y lo tirara a las profundidades.

Pero que equivocado estaba. ¡La vida si que te trae lo más inesperado cuando se quiere algo muy específico! El objeto y todo los demás empezaron repentinamente a sacudirse y a sumergirse lentamente. Luego reino el silencio. Fue como si se hubieran desaparecido o huido.

Pero esa idea murió cuando el mar se empezó a estremecer. Aquello les hacia recordar a esas historias en que unos piratas acababan de saquear un barco  enemigo, lo celebran por un corto lapso de tiempo para después vérselas con una criatura gigantesca que aparece de la nada y que los llevaría a todos de un solo golpe. Algo parecido pasaba en ese momento, pero se tenía que reemplazar el barco por un navío, a los piratas por dos jóvenes aterrorizados y la criatura de la nada por un calamar gigante. Un calamar gigante que poseía millones de tentáculos de todo tipo. Un cuerpo del tamaño de cinco a ocho estadios. Y un ojo durmiente,  que se abrió vertiginosamente. Nunca supieron si los veía con alguna emoción, pero si estaban seguros que fijamente.

Se tardaron un rato en recuperar el aliento. Casi lo vuelven a perder al escuchar una voz profunda y grave que provenía de ninguna parte y que tenia un tono de juzgamiento, como un viejo juez amargado.

-¡¿Quiénes sois vosotros, hijos de hombre, que habéis llegado aquí tan solos y desamparados!?-dijo la criatura, en espera de una respuesta rápida y clara.

-Solo unos jóvenes que siguen esta ruta, o cualquier otra, en busca de una nueva y fresca tierra, en donde todos nos desconozcan y volvamos a reescribir nuestro vida y destino- respondió la joven.

La criatura de grandes proporciones medito lo dicho por la joven, y después respondió curioso y un poco desconcertado:

-¿Y han decidido aquello de todo corazón y teniendo en cuenta que dejan el lugar de donde nacieron, crecieron y luego abandonaron; además de echar al pozo todo el amor, los recuerdos y las tristezas que compartieron con sus familiares y conocidos?

-Estamos seguros. Todos y cada uno de nuestros sacrificios los hemos hecho por nuestra conexión como almas gemelas y seres que decidieron cogerse de la mano al ir por el angosto camino. Nuestros corazones han hablado, y no hay nada que pueda callarlos. Ni hombres, ciudad o montaña. Y hemos decidido eliminar toda pared que se ponga en nuestro camino mientras recorremos el corredor con pisos dorados hacía la próxima vida, sea ella la misma o una diferente- dijeron al unísono los dos sin darse cuenta, levantados y abrazándose el uno al otro.

El calamar gigante duro un largo tiempo pensando hasta que finalmente respondió esta vez con un tono menos brusco y más feliz:

-No había visto y oído a unos seres tan dispuestos a darlo todo desde hacía muchísimo tiempo, cuando era algo más joven. Sin duda, tienen más que ganar que perder. Y por ello se han ganado mi admiración. ¿Han dicho que quieren ser irreconocibles? Estoy dispuesto a hacerlo por ustedes, transformarlos en seres que jamás se habían visto en la faz de la tierra. Totalmente exonerados de todas las reglas y condiciones que los antiguos establecieron cuando yo apenas había salido del huevo.

Los jóvenes se lo replantearon por unos minutos, hablando de cuales serían las ventajas y desventajas. Y más importante, si es lo que en realidad querían. Al final, el joven se acerco, puso un pie en el borde del navío y levanto los dos brazos hacía el ser gigantesco.

-¡Sí! Es la oportunidad que hemos estado buscando.

Al escuchar la afirmación, el calamar levanto unos 200 tentáculos al aire, agrupándolos en cuatro grupos, dos arriba, hacía las estrellas, y dos abajo, en dirección a donde los jóvenes permanecían de pie. De la punta de los cuatro grupos empezó a emerger un pequeño punto azul que después empezó a crecer, convirtiéndose al final en una llama azul. El calamar disparo las llamas a los jóvenes, que cayeron como un rayo.

Durante unos cuantos minutos todo fue blanco. Todo despareció, y pensaron que se habían quedado ciegos, debido a que ese efecto no se había ido después de varios minutos. El calamar los calmo y los invito a sentarse, a relajarse, a no caer en la desesperación.

Tras pasada una media hora, el calamar les dijo que abrieran los ojos y lo hicieron. El mundo seguía igual, todo seguía en su lugar. El cambio apareció cuando ambos se miraron. No se habían convertido en peces ni monstruos marinos. No habían cambiado de tamaño ni musculatura. Pero la apariencia era completamente diferente. A la joven se le había caído todo el cabello, y solo le quedaba un poco, lo suficiente para no quedar calva; sus ojos habían cambiado de color, se habían vueltos rojos, del color de una manzana; y su piel se volvió completamente blanca. Al joven se le creció el pelo hasta los muslos;  sus ojos adquirieron un color verdoso; y su piel se volvió morena.

Se miraron y uno vio cuanto había cambiado el otro. Luego, describieron el cambio de el otro y se quedaron callados por un rato. Fue un cambio demasiado brusco, pero ideal para la situación. En un principio pudo que tuvieran sus quejas, pero al saber que el otro estaba bien, tomaron eso como una motivación para superar sus propios defectos y seguir con el rumbo que el destino les tenía preparado.

La joven extendió la mano y el joven también lo hizo. Las entrelazaron y se acercaron lentamente. Ambos se miraron a los ojos y se dieron un profundo beso. Al terminar  se devolvieron y miraron por ultima vez. Éste, antes de volver a la superficie, se despidió diciendo lo siguiente:


-¡El universo se ve afectado, no por algo mayor a él, sino algo más pequeño, unos hijos de hombres transformados y conformados por todos los valores existentes!

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